Capítulo 4 | Las mujeres en la economía del conocimiento: de la participación a la transformación

Durante la década estudiada, el estado argentino puso en marcha una política activa de promoción de las actividades científicas y tecnológicas y en particular de los proyectos de I+D como componentes esenciales para impulsar un modelo de desarrollo socioeconómico y productivo sustentado en el apoyo a la industrialización, fomento de la innovación e inversión en políticas sociales de inclusión.


También propició la creación tecnológica en las áreas de software, la tecnología espacial (Arsat- CNAE-Invap, VENG), nuclear (CNEA, NASA), alimentaria, además de numerosos productos biotecnológicos para la salud. Se crearon nuevos centros de investigación (pasaron de 100 en 2003 a 220 en 2013) y se construyeron más de 150.000 mts de laboratorios.

En este horizonte, la formación de una amplia gama de recursos humanos con conocimientos, capacidades y motivaciones para contribuir a la innovación adquirió una importancia fundamental. En 2005 se promulgó la ley 26.058 de Educación Técnica Profesional; al final de la década había en todo el país 1336 escuelas técnicas de gestión estatal y 167 privadas. Entre 2003-2010 su matrícula se duplicó, 1 de cada 3 estudiantes eran mujeres. En el nivel superior, se crearon nueve universidades nacionales y el presupuesto asignado a la educación universitaria se incrementó de manera inédita. Para 2013, 333 instituciones (públicas y privadas) dictaban carreras relacionadas con la informática. En todas, las estudiantes mujeres eran minoría.

Cambios a distintas velocidades

Tal vez, esta baja presencia en la formación explica el fuerte predominio de los varones en todos los organismos dedicados a la I+D y en especial en los cargos directivos. Una encuesta realizada por la Dirección Nacional de Información Científica de la Subsecretaria de Estudios y Prospectiva del INCYT sobre la igualdad de género en los grupos de I+D en TIC en 2013 reveló que de 314 grupos, 226 estaban dirigidos por varones y solo 88 por mujeres; un 25% no contaba con integrantes femeninas. 

Esta situación es coincidente con los datos que surgen del ámbito empresarial en general y, en particular, en la rama dedicada a la I+D donde ellas apenas representan un 7% en cargos directivos. En este conjunto, las empresas tecnológicas constituyen un caso particular.

Durante la década muchas expresaron interés por sumar mujeres a sus equipos en todos los niveles; incluso algunas implementaron medidas concretas como la ampliación de la licencia por maternidad o el teletrabajo. No obstante, la participación femenina en esta industria no aumentó y su inserción ocupacional se orientaba principalmente hacia las áreas denominadas blandas como marketing, ventas, comunicación (áreas comerciales) y administración; en el nivel gerencial no sobrepasaban el 18%.

En cuanto al emprendedurismo en actividades innovadoras, el Global Entrepreneurship Monitor (GEM) reveló que durante la década creció la cantidad de emprendimientos liderados por mujeres; en 2008 el país saltó del puesto 14º al 8º en el ranking mundial de emprendedoras, pero aun así la tasa masculina siguió siendo mayor. En los grupos de producción tecnológica con innovaciones patentadas o presentadas los varones también llevan ventaja con un 61,8%.

Un país que apuesta hacia un modelo basado en la economía del conocimiento no puede dejar de lado las contribuciones de las mujeres, ni limitar su participación a cargos medios o inferiores.
Alcanzar la paridad en estos aspectos es una condición insoslayable para lograr un desarrollo productivo sostenible basado en la igualdad, la justicia y el bienestar de todos los grupos sociales.