Las investigadoras y becarias de dedicación exclusiva alcanzaron la paridad con los varones en las instituciones de Investigación y Desarrollo (I+D).
Para 2013, la mayoría se desempeñaba en universidades públicas, un porcentaje menor en organismos estatales, y su presencia decaía abruptamente en empresas, entidades sin fines de lucro y universidades privadas.
¿Qué condiciones favorecieron estos cambios?
- El aumento general de la matrícula femenina en los estudios superiores (grado y posgrado).
- Políticas que incrementaron la inversión en ciencia y tecnología e incentivos para la inclusión de jóvenes investigadores/as.
- Estrategias de repatriación de científicos/as –en particular, el programa Raíces (creado por MINCYT) que junto a una fuerte política de cooperación internacional y becas universitarias facilitó el retorno de 1007 investigadores/as (50% mujeres).
- Creación del Programa “Becas del Bicentenario” (PNBB) de la Secretaría de Política Universitaria (SPU), que apoyó el acceso a carreras científicas y técnicas, consideradas estratégicas para el desarrollo económico y productivo del país.
Indicadores de cambio
En el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), organismo gubernamental que concentra a la mayoría de los/as investigadores/as, el presupuesto creció doce veces en cinco años. Las condiciones salariales del personal científico y técnico en todas las categorías mejoraron sustancialmente.
Se cuadruplicó el número de becarios/as y se duplicó el de investigadores/as. En ambas dotaciones las mujeres son mayoría. No obstante, en la categorías más altas de la carrera de investigador/a (investigador principal y superior) ellas siguen siendo minoría.
Creció la cantidad de directoras de proyectos, abriendo un interrogante acerca del posible desplazamiento de los varones al ámbito privado que, históricamente, se caracteriza por ofrecer mejores salarios.
¿Cómo se explican las brechas de género que persisten en el desarrollo profesional?
Culturas institucionales en las que predominan códigos y patrones masculinos, discriminaciones explícitas y sutiles en el reclutamiento, retención y promoción de las mujeres que repercuten en su subjetividad, autoexigencia y valoración, el reparto desigual de las tareas de cuidado que históricamente suele recaer sobre ellas y que limita su dedicación a su labor profesional, entre otros factores.